Un grupo de alumnos y alumnas de nuestro centro han visitado Trebzon (Turquía) recientemente, dentro del Programa Erasmus+ KA2 titulado “Let’s Meet in Cultural and Spiritual Places”. Los han acompañado las profesoras Mercedes Luchena y Eva Bravo. Lo que sigue es el diario del viaje que esta última ha escrito.
Día 1: Un precioso día amanece en Córdoba en esta mañana de domingo, y mientras ultimamos los detalles del viaje guardando el cepillo de dientes en la maleta, nos replanteamos la decisión de realizar un viaje a Turquía. No es la primera vez ni será la última. ¿Qué se nos ha perdido en Turquía, en la parte oriental de Turquía? Trabzon. Una ciudad de mayoría musulmana e ideas radicales en temas religiosos. El pañuelo para la cabeza, por si tenemos que entrar en una Mezquita. ¿Hemos echado el pañuelo en la maleta? Lo comprobamos una última vez mientras volvemos a replantearnos una decisión tan arriesgada, recordando las “bromas” de los compañeros acerca de los rescates del ISIS y “dame dos besos antes de irte, por si te cambian por un camello.” Tío, al menos por dos.
Arrastramos la maleta con pocas ganas hasta el punto de encuentro, pero cuando nos reunimos todos a las nueve de la mañana ya no hay vuelta atrás. Los padres de los alumnos nos acercan al aeropuerto de Málaga y a la una de la tarde, tras pasar los pertinentes controles de seguridad, embarcamos en el avión.
Cuatro horas después, que son cinco con el cambio de hora, llegamos a Istanbul. Nos espera una escala de cerca de dos horas antes de coger el segundo vuelo. Las dos horas se convierten en tres y media, el vuelo va con retraso y nadie sabe por qué. Miramos con cierto recelo al resto de los pasajeros que esperan para embarcar. Mil kilómetros después por fin llegamos a Trabzon, rozando la media noche. Caemos rendidos en las camas sin importarnos demasiado en qué parte del mundo nos encontramos.
Día 2: Nos recogen en el hotel a las ocho y media de la mañana para llevarnos a Arsin, un pueblo a 10 kilómetros de distancia donde se encuentra el instituto con el que colaboramos en el Proyecto Erasmus+. Alumnos y profesores griegos e italianos y las dos profesoras españolas. Nuestros estudiantes son los únicos que realizan el intercambio en casa de los alumnos turcos, tanto los griegos como los italianos han preferido reservar habitaciones en el hotel. ¿Por miedo? ¿Porque los alumnos turcos no hablan bien inglés y la comunicación va a ser complicada?
Vamos dormidas, porque en el desayuno no ofrecían café. Sólo té y Nescafé preparado en agua. Necesitamos un café con leche de los de toda la vida para poder despertarnos. Dos. El Noescafé no cumple las expectativas. No me gusta el té.
En el instituto nos dan las identificaciones y nos presentan a los profesores y alumnos turcos del proyecto y al director del centro. Intercambio de regalos. Primera de las muchas fotos oficiales con el cartel del proyecto. Todas las alumnas llevan velo. Introducción a la cultura turca. Jenofonte y su obra Anábasis. La Marcha de los Diez Mil. La ruta de la seda. El kemenche, instrumento musical típico de Turquía. Los alumnos españoles se arrancan por sevillanas y, tras una ronda de bailes tradicionales de cada uno de los países, el ambiente empieza a relajarse. Nos invitan a desayunar de nuevo. Dulces típicos, agua, zumos, Noescafé y té. Pero yo necesito un chute de cafeína. En vena.
Nuestros alumnos se quejan de sus intercambios turcos. Anoche los mandaron directamente a la cama, algunos no han podido ducharse porque no hay agua caliente y pronto descubrimos que los inodoros son una modernidad más bien escasa y en casi todas partes predomina la placa turca. Los baños (turcos) serán el tema de conversación a lo largo de todo el día.
Comemos en el comedor del instituto. Todo está buenísimo.
Por la tarde damos una vuelta por Trabzon con Hakan y Semih haciendo de guías: la Mansión de Atatürk, la Mezquita principal, en donde nos invitan a entrar si nos quitamos los zapatos. No hace falta pañuelo para la cabeza. Café turco en la terraza de una típica casa otomana. Paseo por las calles de Trabzon hasta la Plaza Principal.
Todos vamos a cenar a un restaurante típico cerca de la ciudad. Pollo, mini-hamburguesas, queso fundido, revuelto de verduras, kaygana y arroz con leche de postre. Después, a la pista de baile, donde nos hacen una demostración en directo de la danza Horon, acompañada por los acordes del kemenche. Bailes típicos griegos, turcos, españoles, italianos, música disco. La Macarena. Todos acabamos sucumbiendo a los distintos ritmos mientras saboreamos un buen vaso de té.
Un día más caemos rendidos en las camas.
Día 3: Nos recogen a las nueve de la mañana para ir a visitar el Hagia Sophia, una antigua iglesia ortodoxa del siglo XIII, cuando Trabzon era la capital del imperio del mismo nombre. Luego nos dirigimos en autobús hacia Sumela, un Monasterio ortodoxo empotrado en una de las caras del Monte Melá. Por desgracia se encuentra en fase de restauración y tenemos que limitarnos a contemplarlo desde lejos. La subida en minibús por las carreteras de montaña nos conduce al borde del infarto. Los turcos no saben conducir. Nos encomendamos a la Virgen del Monasterio por si morimos en el intento.
El paisaje de montaña sólo puede calificarse de impresionante.
Almorzamos en un restaurante a la orilla del tempestuoso río que baja desde las colinas. Trucha, pollo, mini hamburguesas, queso fundido y keygana. El lugar es simplemente impresionante y el rugido del agua invita a echar una cabezada antes de continuar el viaje en autobús hasta la cueva de Karaca.
A las ocho de la tarde estamos de vuelta el Trabzon. Los alumnos españoles continúan el viaje hasta Arsin mientras que los demás nos retiramos al hotel. Uno de ellos nos comenta por whatsapp que sigue sin poder ducharse porque el técnico no ha venido a arreglar el termo.
Cenamos en un restaurante en la acera de enfrente. La carta ofrece una extensa variedad de cafés estilo europeo. Un cappuccino, por favor.
A continuación nos dirigimos hacia Uzungöl (Lago Largo), un ensanchamiento del río Haldizen a causa de un corrimiento de tierras, a 100 kilómetros de Trabzon, que se ha convertido en una popular atracción turística en los últimos años. La carretera, encajonada entre altas montañas con plantaciones de té en las laderas, nos deja sin aliento una vez más. Una mezquita a orillas del lago y las casas de madera terminan de conferir un aura mágica al lugar, destino de vacaciones preferido de los habitantes de Arabia Saudita. Hasta que estamos a punto de morir atropellados por alguna de las motocicletas de alquiler que recorren las orillas del lago a toda velocidad.
Día 4: Desayunamos en el hotel y después cruzamos la calle hasta la cafetería de enfrente en busca de nuestra dosis diaria de cafeína. A las ocho y media nos recoge el autobús para llevarnos a la Mansión Memisaga, una antigua casa otomana del siglo XVIII a orillas del Mar Negro en la carretera que lleva a Rize que cuenta con su propia plantación de té. Rize es uno de los principales productores de té del país, junto con las avellanas que también son típicas de la zona. Nos sentamos en la terraza a disfrutar del sol y de las vistas. Hace un día perfecto.
Los turcos no saben conducir. Los sauditas menos todavía. ¿En este país no han oído hablar de los semáforos?
Decidimos comer antes de continuar con el viaje. El mejor chicken döner que hemos probado en la vida.
Por la tarde nos llevan hasta el río Firtina, donde se pueden practicar deportes de aventura. El agua está demasiado fría para hacer rafting, pero casi todos nos atrevemos con la tirolina que atraviesa el tumultuoso río. Un gaitero ameniza la jornada y alumnos y profesores de todas las nacionalidades se unen de nuevo en un baile típico del lugar. A la vuelta los alumnos bailan la Macarena en el pasillo del autobús. De esta no salimos
Una noche más, llegamos rendidos al hotel. Españoles y turcos quedan en Arsin para ver el partido del Real Madrid.
Día 5: Redesayuno de café en el restaurante de enfrente. Nos hemos convertido en habituales del local. Y del coffee shop del otro lado de la Plaza Atatürk.
Hoy nos quedamos en Trabzon y alrededores. Visitamos el museo de la ciudad, donde las figuras de silicona son tan realistas que nos provocan escalofríos de terror. ¿Será seguro hacerles una foto o son personas de verdad esperando a saltarnos a la yugular? Apenas si nos atrevemos a acercarnos, y mucho menos a darles la espalda.
Visitamos el Gran Bazar, con sus docenas de establecimientos donde ofrecen todos los productos típicos de la zona, esos a por los que tenemos que volver para llevarnos de recuerdo. Cazuelas para fundir el queso, juegos de vasos de té, jarros para preparar el café turco, relojes en forma de kemenche.
Comemos en un bar al lado de la playa, un merendero de los de toda la vida, y a continuación se celebra el I Campeonato Internacional de Volleyball. Primera semifinal: los italianos les ganan a los griegos. Segunda semifinal: los españoles eliminan a los turcos. En la gran final, italianos contra españoles, nos barren con facilidad. Qué malos somos. Pero a nadie parece importarle mientras nos hacemos la foto con la camiseta oficial del Proyecto y los italianos levantan el trofeo que les proclama vencedores. Paseamos por la orilla repleta de medusas muertas mientras una pareja se hace las fotos de boda. Semih empuja a Mercedes en uno de los columpios. Más alto, más alto. Somos incapaces de contener las carcajadas. La jefa nos “riñe” por la noche al ver las fotos. “¡Pero bueno! ¿A qué os dedicáis?” “¡A fomentar las relaciones internacionales!”
Tarde de compras en Trabzon. Encontramos una papelería y por menos de diez euros nos hacemos con bolígrafos y cuadernos para los próximos dos años. El dueño nos mira con cara de haber hecho el negocio del siglo, esta noche llegará a casa encantado, ni siquiera nos hemos molestado en regatear. Nosotras sentimos que le estamos estafando.
Día 6: Tras la tradicional visita al café de enfrente nos dirigimos de nuevo a Arsin para lidiar con todo el papeleo asociado al Proyecto. Recogida de firmas, redesayuno con las autoridades para realizar la entrega de certificados de asistencia. “Muchas gracias por todo, han sido unos días fantásticos, no tenemos palabras para describirlos. Pero ahora tendremos que ponernos una semana a dieta cuando lleguemos a casa.” Última foto oficial junto a la playa. Hakan pliega el cartel que nos ha venido acompañando durante el transcurso del viaje.
Los alumnos turcos han preparado platos típicos del país y almorzamos de nuevo en el comedor del instituto. Una vez más la comida está exquisita y rebañamos hasta la última cucharada mientras tratamos de no pensar en que es nuestro último día juntos. Apenas si nos quedan unas horas de viaje. ¿De verdad llevamos casi una semana aquí? ¡Si incluso ha habido tiempo para que surja el amor!
De nuevo nos colman de regalos. Para nosotros, para los profesores que han estado en anteriores viajes, para los que no han podido venir, para la directora. No sabemos qué hacer con tanta bolsa. ¿Cuántos cazos de café turco han comprado en el Gran Bazar? ¿Y tarros de crema de avellanas?
Aprovechamos la tarde para realizar las últimas compras y cenar juntos para despedirnos. Ha sido una experiencia increíble y nadie tiene ganas de volver a su país. Un músico toca el kemenche en la Plaza. Bebemos té en uno de los restaurantes. Los alumnos se despiden con lágrimas en los ojos e intercambian números de teléfono para añadirlos al grupo de whatsapp que han creado en común. “¿De verdad tenemos que irnos?”
Día 7: Griegos e italianos se han marchado esta mañana, pero nosotros disponemos de un día más en Trabzon y Hakan se deja la piel para tratar de entretenernos en nuestras últimas horas en la ciudad. Por la tarde disfrutamos de un café en una terraza en medio de un jardín mientras comparamos los sistemas educativos en Turquía y en España y los niños juegan al escondite a nuestro alrededor llenando el ambiente con sus risas. Durante dos días se me ha olvidado que estoy en un país musulmán y que las mujeres llevan velo. Podríamos encontrarnos en cualquier terraza en cualquier ciudad española, disfrutando del café y de la buena compañía. ¿Y nosotros teníamos miedo de venir aquí? ¿Miedo a qué? Sin duda alguna ha sido y será una de las mejores experiencias de nuestra vida, algo que no olvidaremos nunca, porque Trabzon y sus habitantes siempre tendrán un lugar especial en nuestros corazones.
Y necesitamos comprar otra maleta para poder llevarnos de vuelta a España todos los regalos de los que nos han colmado.
Turcos y españoles quedan para cenar mientras ven el partido del Trabzon.
“¿Por qué no tenéis semáforos en Trabzon?” “Sí que tenemos. Hay uno en la Plaza.”
Día 8, domingo: Semih nos recoge a las seis de la mañana para llevarnos al aeropuerto y asegurarse de que no tenemos problemas con el vuelo. Seguro que preferiría estar durmiendo, pero en ningún momento pierde la sonrisa mientras nos desea buen viaje. Los alumnos nos piden que perdamos sus pasaportes y todavía tienen lágrimas en los ojos por la última ronda de despedidas.
Nos espera un largo viaje de vuelta a Córdoba, aunque algunos no estemos muy seguros de que vayamos a volver a un lugar llamado casa. ¿De verdad que no podemos quedarnos?
Infinitos controles de seguridad antes de embarcar en los vuelos, y me veo obligada a abrir la maleta de mano una y otra vez para mostrarles el tarro de crema de avellanas de la jefa, que debe parecer una especie de amenaza al pasar por el escáner. Abre maleta, saca tarro de avellanas, muestra tarro de avellanas, cierra maleta. Ganas me dan de dejármelo olvidado. ¿Y no me lo podrían requisar o algo antes de llegar al próximo control?
Jefa, espero que te guste la crema de avellanas, porque voy a asegurarme de que no dejas ni una pizca en el fondo del tarro